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“Los fanáticos sufren”: la odisea para llegar a la final de Copa Libertadores

Han sido trayectos por tierra y aire durante ocho días. Eder Warpechoski atraviesa Sudamérica de este a oeste con una única ilusión: ver a su equipo, el Athletico Paranaense, ganar su primera Copa Libertadores.

El 21 de octubre, el “torcedor” del “Furacão” emprendió el viaje de su vida para alentar en persona al DT Felipao y sus dirigidos, que el sábado se jugarán la “Gloria Eterna” en 90 minutos, o 120 si hay alargue, ante Flamengo en Guayaquil.

La odisea empezó más de una semana antes del partido: primero, en un recorrido en autobús desde Curitiba, al sur de Brasil y más cercano al Océano Atlántico, hasta a Sao Paulo, a más de 400 kilómetros.

Siguió con un viaje a Lima en avión y culminará con un desgastante periplo desde la capital peruana hasta el puerto ecuatoriano cercano al Pacífico que acoge la final única de la competencia; la cuarta en ese formato desde que la Conmebol terminó con las finales de ida y vuelta en 2019, como se había jugado por medio siglo.

Por ver al rojinegro, “vale la pena todo este esfuerzo”, dijo a la AFP Warpechoski en un chat antes emprender los últimos 1.460 km de carretera.

“Inabarcable”

Las razones del fabricante de muebles de 32 años para realizar ese viaje están lejos de ser por gozo. En realidad le resultó más económico que tomar un avión directo Guayaquil.

Jugar la final en Ecuador supuso un gasto mayúsculo para los hinchas de ambos equipos. El vuelo incluso llegó a ser más costoso que ir a ciudades europeas como París, Roma o Madrid.

Así, alternando el asfalto con el aire, Warpechoski ha gastado unos 6.000 reales (alrededor de 1.100 dólares). En un vuelo directo “me costaría el doble de valor. Incluso hice una rifa para recaudar una dinero, para ayudarme en este viaje”, dice. En Brasil, que el domingo tendrá nuevo presidente entre el derechista Jair Bolsonaro o el izquierdista Lula, el salario mínimo es de unos USD 230.

Cuando el organismo rector del fútbol sudamericano modificó la forma de jugar las finales, pretendía seguir el ejemplo de Europa, donde el último encuentro de la Liga de Campeones y otras competencias continentales se juega en una sede neutral.

Pero en Sudamérica ese estilo aún no ha calado “por un tema geográfico. Es un continente muchísimo más grande”, con “distancias que lo hacen casi inabarcable” para un hincha común, explica el periodista argentino Andrés Burgo.

También “por un tema de conectividad aérea. Hay muchas menos opciones de transporte”, agrega.

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